Crónica de Barrio Moreno
La Vida más allá de la Vida
En la zona sur de Rosario se levanta Barrio Moreno. Uno de los asentamientos menos mediáticos de la ciudad, a tal punto que cuando estalló la noticia del crimen muchos se preguntaban dónde había sido.
Moreno es un barrio de esos que nos dejó el neoliberalismo en Argentina, de laburantes sin trabajo que aprendieron a sobrevivir con changas, a rebuscárselas como podían, a juntarse y organizarse para salir a pelear por lo más básico para sus hijos. Un barrio de esos dónde las doñas se hicieron cargo de los pibes y a fuerza de lucha y trabajo los fueron educando.
Cuando hablan de Moreno, la Chipi y Lita se ocupan de remarcar que ese es un barrio alegre, donde la gente baila, los vecinos se conocen, se ven todos los días. Moreno es un barrio tranquilo, o al menos lo era porque “ahora tenemos miedo…” dicen.
Chipi y Lita militan en el Movimiento 26 de Junio del Frente Darío Santillán. La “Chipi” llegó al barrio hace algo más de un año, junto a otros compañeros y compañeras, invitados sobre todo por vecinas que, como Lita, estaban tratando de encontrarle una vuelta a la vida. Desde entonces comenzaron las asambleas, los encuentros, los talleres con los pibes, arreglar las canchitas del barrio, construir un local donde entren todos y todas para proyectar el año.
Mono y Patón estuvieron casi de arranque en la movida. Jere se sumó después. Los tres, por intuición o por visión de futuro, sabían que había que hacer algo con y por la juventud del barrio. Dicen que decían “hay que sacar a los pibes de las esquinas”. Y todos sabían que hacer eso es alejarlos de la droga, de las cocinas, de los barras, los punteros y las bandas.
El local era una de las mejores ideas para eso. Y ahí estuvieron ayudando con la obra, vendiendo torta asada, ensalada de frutas, chori para juntar plata y materiales. En enero iban a armar una banda de cumbia y a comenzar nuevamente con los talleres. Y si todo salía según lo planeado, en marzo abría la Rotisería. A Mono, el hijo de Lita, y al Patón les gustaba cocinar y se habían enganchado en el proyecto.
En diciembre los tres habían participado del campamento nacional de jóvenes del FPDS. Junto a otros 500 pibes de todo el país habían pasado horas discutiendo en talleres el futuro que querían construir para ellos y para todos. No tenían miedo de soñar y se animaban a la esperanza.
Las balas asesinas de matones a sueldo los dejaron allí, muertos, en la canchita del barrio que ellos mismos habían limpiado y arreglado. Donde hacían los torneos de futbol y se encontraban con los amigos a proyectar una vida mejor. Allí quedaron también el amor, la historia, los hijos que no tuvieron pero no sus vidas. Con una bandera gigante que iba de lado a lado, sus familiares, amigos, compañeros y sobre todo, su barrio, salieron a la calle a exigir justicia. En la bandera podía leerse “Mientras sigamos luchando ustedes estarán presentes”.
Lita, Chipi y cada uno de los que te encontrás allí vuelve a repetir una y otra vez “vamos a seguir con todos los proyectos hoy más que nunca, se los debemos a ellos”.
Como Darío y Maxi, como Pocho Lepratti y como tantos otros ya viven en la memoria, en las luchas de sus compañeros y en los muros de la ciudad.
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