martes, 13 de diciembre de 2011


ANTONIA MUÑOZ / OPINIÓN

Según los argentinos, veinte años no es nada. Ciertamente, veinte años no es nada biológicamente hablando y mucho menos considerando el tiempo histórico. Por analogía, trece años tampoco son suficientes para producir todos los cambios culturales, éticos – morales, ni políticos- partidistas, que permitan revertir problemas estructurales y vicios con raíces muy profundas en el alma nacional. Han pasado 13 años desde que 56% del electorado venezolano decidió depositar su esperanza y confianza en el proyecto de cambios que presentó Hugo Rafael Chávez Frías al pueblo venezolano, ante el evidente empobrecimiento de las grandes mayorías y la notoria descomposición ética y moral de quienes ostentaban el poder. Sin embargo, en 13 años de gobierno, ha mejorado ostensiblemente la calidad de vida de la población, muy especialmente, los estratos C, D y E. Sin dudas hemos avanzado, sin embargo, falta mucho camino por recorrer y estamos dispuestos a seguir la marcha con el pueblo por delante.
En mi humilde opinión, el primer logro de la Revolución Bolivariana fue la convocatoria a Constituyente, la participación y politización (que no partidización) del pueblo aportando ideas para alumbrar su nueva Constitución y el contenido final de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), el cual en esencia representa la brújula del proyecto de Nación que el pueblo venezolano ayudó a concebir. Es imposible que en una Reflexión se puedan señalar en detalle los logros de la Revolución Bolivariana, pero nos atrevemos a decir que un segundo gran avance ha ocurrido en el sector educativo, desde el nivel inicial hasta el universitario, sin dejar de mencionar la alfabetización de un millón y medio de compatriotas que no sabían ni siquiera escribir su nombre.
El incremento a la atención integral de niños y niñas en el nivel inicial (maternal y preescolar), es demostrable. Las Escuelas Bolivarianas son una gran innovación y acierto, aunque debemos reconocer que el programa de alimentación ha tenido sus tropiezos. Las misiones educativas desde Robinson, hasta la Sucre, pasando por Ribas despertó, motivó y puso en marcha a miles de venezolanos y venezolanas, que ya tenían hasta décadas que no sabían lo que era un lápiz y un cuaderno. Es muy probable que muchas memorias frágiles ya hayan olvidado cuantos años tenían que esperar por un cupo en la universidad. Otros pudieran hasta ignorar el salto cuántico que representa la municipalización de muchas carreras universitarias. ¡Cuántas y cuántos venezolanos habían interrumpido su educación en el nivel de bachillerato al no poder afrontar los gastos que representa el pago de residencia y alimentación en una ciudad donde no se tenía un familiar que ofreciera un alojo y un plato de comida. ¡Que pensaron los guanariteños que la Revolución Bolivariana le permitiría estudiar Medicina Integral Comunitaria en el propio Guanarito, en la mismísima tierra de El silbón!
Es estadísticamente significativo el aumento en la cobertura de la salud de los excluidos. Algunos podrán pensar que esta es una afirmación exagerada, porque todavía abundan las quejas en relación a la mala atención en los hospitales, bien porque no hay médicos y tienen que “ruletear” al paciente, o porque el personal de guardia trata mal a los ciudadanos, y no pocas veces porque falla el material médico-quirúrgico en las instalaciones hospitalarias. Ciertamente, todavía tenemos esa mácula de la cuarta república, porque aquí no ocurrió ninguna “emigración masiva” de indolentes o ineficientes, y para nuestro pesar, falla la supervisión y todavía nos queda el resabio cuarto republicano de dirigir la Administración Pública como si fuera un “club de amigos”. Por lo tanto, todavía quedan muchos especímenes que necesitan el empleo, pero aborrecen el trabajo de servirle al prójimo, porque además de ser insensibles, todavía no han descubierto que son servidores públicos. A pesar de los pesares, sólo los obcecados niegan la calidad del servicio obtenido en los Consultorios populares atendidos por médicos cubanos y venezolanos. Del mismo tenor es el impacto de los CDI, SRI y CAT. Acaso la Misión Milagros no es una realidad de la revolución? Acaso el Convenio Cuba- Venezuela no ha resuelto el problema de salud de miles de compatriotas? Acaso no existen unos cuantos centros de salud especializada funcionando gratuitamente como el cardiológico infantil?
La Revolución Bolivariana también ha invertido una inmensa cantidad de recursos en asegurarse que las y los venezolanos puedan tener acceso a los alimentos de la dieta básica a precios asequibles (Mercal y Pedeval), y en los casos de pobreza extrema, a una comida balanceada al día en las miles de casas de alimentación que administra Fundaproal. Reconocemos que se deben seguir haciendo esfuerzos para que la mayor parte de esta comida se produzca en el país; no sólo por razones de soberanía, sino por la generación de empleos. Aunque parezca intangible y moleste a unos cuantos, el Presidente Chávez ha resultado un campeón en materia de integración, y como muestra, basta el botón de la CELAC. Finalmente, por razones de espacio, concluyo diciendo que en 13 años se ha avanzado mucho en el camino correcto. Sin embargo, ahora es cuando falta camino culebrero por recorrer. Dos tramos accidentados que debemos seguir transitando con mucha sabiduría, sigilo y mano dura, son dos, de los tantos tumores malignos heredados de la cuarta república: la inseguridad y la corrupción. No somos perfectos, pero tenemos razones para seguir adelante, perfeccionando y manteniendo los logros, y haciéndole un altar a la humildad y a la autocrítica, para poder reconocer y corregir errores, para poder enderezar el camino y alcanzar la meta final. Viviremos y Venceremos!

Caracas – Guanare, 07 de diciembre de 2011.

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