«El oficio de vivir es
complicado»
Manuel Leguineche (Arrazua, Vizcaya, 1941). Manu; vasco y alcarreño; maestro de periodistas, reportero de guerra, trotamundos, viajero, aventurero, corresponsal internacional; autor de obras de ensayo, narrativa y teatro; director de un documental cinematográfico; fundador de las agencias de comunicación Colpisa y Fax Press; ganador de los premios Nacional de Periodismo, Pluma de Oro, Cirilo Rodríguez, Godó, Julio Cambas, Ortega y Gasset...; candidato al Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (aunque sea tema prohibido; porque, tras el desengaño de 2008, no quiera hablar de ello); descubridor de la vuelta al agro sin convertirse en neo-hippie; vividor y bebedor («compulsivo», informa dando un trago); filósofo de salón; amigo de sus amigos; genio y figura.
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Manu nos recibe de espaldas a la puerta, sentado en su silla de ruedas, aparentemente convertido en estatua de sal, pero basta con el mero contacto físico de los besos salutatorios, con el roce de las miradas, con la risa, (esa risa que nace de dentro de su pecho con una frecuencia más que considerable), para descubrir lo equivocada de la primera impresión de quietud fría. El espíritu de Manu sigue siendo como una lagartija, un pequeño ser vivo imposible de capturar y encerrar en un frasco, que retoza, lucha, cabila y expresa, todo con la inteligencia como guía.
«Soy más bien escéptico», asegura, pero lo hace mientras afirma que acaba de descubrir la necesidad de poner a la vida «cara filosofal». El maestro sabe que «es un poco duro esto de vivir», pero acepta con cortesía, y hasta con evidente agrado, la compañía y la tertulia, y sigue convencido (intenta convencerse) de que, aunque el invierno ha sido «asquerosamente duro y largo», la primavera avanza inexorable, «ya ha llegado al Corte Inglés», y pronto arrojará un guiño de luz y calor sobre su vida y las ajenas.
Texto: Nuria Navarrete
Fotos: David Utrilla
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