viernes, 12 de abril de 2013

Un pueblo maduro: Crónica del aluvión color carmín




Centro de Caracas

CENTRO DE CARACAS

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Atardecer carmín

ATARDECER CARMÍN

Un pueblo maduro

UN PUEBLO MADURO


Caracas, 12 Abr. AVN.- 16:49 de la tarde del jueves 11 de abril de 2013. Justo este día se cumplen 11 años del golpe de Estado orquestado por la derecha venezolana, donde varias personas perdieron su vida de manos de francotiradores y mercenarios contratados por la derecha que hoy día se hace representar en la candidatura de Henrique Capriles Radonski.

Justo en ese minuto, sorprendidos, un grupo de miles de personas que se encontraban en los alrededores de la esquina Corazón de Jesús, ahí donde está la iglesia, entre la avenida Universidad y las Fuerzas Armadas, en las adyacencias de la estación del metro de La Hoyada en Caracas, vieron el camión que venía abrazado con la alegría del pueblo.

Nicolás Maduro saludaba a sus compatriotas, sus camaradas, sus militantes combatientes, sus hermanos, su pueblo hecho Chávez. Una guayabera blanca lo vestía, era el candidato esperado toda la tarde por el pueblo que se acercó hasta las siete avenidas de Caracas para rellenarlas de rojo, del carmín, de pasión.

"Ese es mi candidato", expresó una abuelita que salió corriendo para saludar a Maduro y lo consiguió, Maduro volteó y al ver ese digna señora llena de tanta alegría, el candidato del pueblo sonrió y le lanzó un beso. La abuela lo agarró, lo aseguró con sus manos y lo puso en su corazón, sonaba de fondo Alí Primera y cantaba: "los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos".

Vuelve a llover pueblo

Minutos antes de que se viera a Maduro pasar por la esquina Corazón de Jesús, las personas bailaban salsa, cantaban alegres las distintas canciones dedicadas al Comandante Chávez y a Maduro, otros comían, merendaban con naranjas, mandarinas, sandwiches, perros calientes, se refrescaban con "chupis", agua que se repartía de manera solidaria, y otros tantos hablaban de Revolución.

"Volvió a llover en Caracas", dice una señora que se identificó como Mariana Vásquez. Ella recordó el pasado 7 de octubre cuando el presidente Chávez cerró su campaña electoral en la avenida Bolívar, y cuando la inmensidad de la militancia que lo acompañó fue bañada por una lluvia inclemente que selló un recorrido victorioso e intenso desde Sabaneta a Miraflores.

"Ese día fue magnifico, maravilloso, fue como si algo divino nos estaba bendiciendo, a nosotros y a Chávez, fue majestuoso, lo más hermoso que he sentido, el Comandante nos dejó su vida en ese acto", recordó Mariana con lágrimas en los ojos, notablemente ensimismada, melancólica; sin embargo, en su rostro se marcaría luego una gran sonrisa y una mirada de seguridad, llena de esperanza.

"Mira, mira, Nicolás", expresó Mariana mientras se levantaba de la acera en la que reposaba, "Llegó Maduro", dijo otra señora que se encontraba cerca. Todos corrían como avalancha, buscando el mejor lugar para ver al candidato al que Chávez designó como el hombre responsable de continuar la Revolución Bolivariana junto al pueblo.

En el camión saludaban junto a Nicolás su esposa, Cilia Flores, y los dirigentes socialista Jorge Arreaza, Diosdado Cabello y Elías Jaua, entre otros que tantos momentos compartieron junto al líder máximo de la Revolución.

Rojo desbordado

Frente a la esquina Corazón de Jesús en la avenida Universidad, alrededor de una tarima cerca de la estación del metro La Hoyada, la fuerza roja se desborda como río crecido sobrepasando su caudal por todo el puente de la Fuerzas Armadas, calles aledañas y hasta la avenida Urdaneta. La salsa suena de fondo y la gente canta entre sonrisas y alegría: "pobre payaso ríe por no llorar, pobre majunche ríe por no llorar".

Más adelante, ya bajando hacia el elevado de Fuerzas Armadas, por donde pasa el nuevo Bus Caracas, se escucha de fondo: "Tú también eres Chávez, muchacha venezolana; tú también eres Chávez, muchacho venezolano; tú también eres Chávez trabajador, trabajadora, abuela, abuelo; tú también eres Chávez, niña venezolana, niño venezolano", una sentencia firme que hiciera el líder supremo de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez Frías, y que fue tomada para la canción del artista venezolano Omar Acedo, quien le rinde homenaje al líder.

La señora Solangel Wilchez, habitante de la parroquia Altagracia, expresa en medio de la multitudinaria concentración, que por primera vez en su vida vio que un político y líder como Chávez tuviera la capacidad de despertar un pueblo.

"Ve, esto es impresionante, qué gentará, muchacho, cuánta gente, cuánta alegría, esto es gracias a Chávez, a todo lo que nos dio y nos dejó, por eso ahora vamos a votar por Nicolás Maduro, porque es el duro", expresó la señora Solangel.

Luego aparece el joven Carlos Medina, habitante de La Candelaria, se acerca y dice que el pueblo debe defender a capa y espada el legado del Presidente Chávez. Carlos bailaba y tenía puesta una franela que decía: "Maduro es demasiado Rock".

"Tenemos que salir a votar tempranito, no como dicen los del majunche, que van a ir a votar tarde para sabotear el proceso electoral. Este pueblo es demócrata y le va a dar una paliza a ellos, porque son unos irresponsables, y si ellos quieren desestabilizar y sabotear llamando a salir tarde a votar, nosotros vamos a sepultar su fascismo con nuestro voto para defender la vida que nos entregó nuestro Comandante en Jefe", expresó el joven Carlos, quien siguió cantando la canción que sonaba de fondo: "Uh ah, uh ah, uh ah, no se va, uh ah, uh ah, Chávez vivirá en el pueblo".

Un pueblo Maduro

"Somos un pueblo Maduro", decía una de las franelas diseñadas por un grupo de amigos que decidieron acudir a la concentración chavista para cumplir con la orden del Comandante: Elegir como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela a Nicolás Maduro.

Se veían en la multitud gorras de Venezuela con el bordado del 4 de febrero y los bigotes de Nicolás se hacían pueblo. Mujeres, niños, niñas, hombres, jóvenes, adolescentes, abuelos, abuelas, hasta mascotas, llevaban los bigotes de Nicolás con orgullo.

"Ahora Nicolás es nuestro defensor, con él vamos juntos a defender la patria y la revolución. Ya somos un pueblo Maduro, no somos tontos como antes", expresó uno de los muchachos que llevaban las franelas "Somos un pueblo Maduro".

La creatividad se hacía ver y con ella los mensajes de apoyo a Chávez y Maduro. "Chávez MásDuro en mi alma y corazón"; "Con Chávez y Maduro el pueblo está seguro"; "Soy Chavista Maduro"; "Chávez te lo juro, yo voto por Maduro"; "Yo soy Chávez y voto Maduro"; "Desde mi Corazón Maduro Presidente"; "Maduro lleva el volante"; entre muchas otras expresiones creativas que el pueblo estampó en sus camisetas.

Caía la tarde, con ella el más nítido atardecer y toda la algarabía de una fiesta que continuaba. Con ella las canciones dedicadas al Comandante y al candidato Maduro. Retumbaba la salsa, los tambores, la música llanera, el rock, los cantos de alegría. Es una pasión llevada en el alma, en el corazón surcado, intervenido, enamorado, latente, impulsado al mayor de su ritmo por el carmín hecho pasión, por la alegría de ser libres.

El aluvión carmín hecho pueblo fue evidente, el cielo, el sol y su atardecer se hicieron tanto testigos como cómplices de aquella histórica imagen caraqueña, casi inédita, sólo comparada con aquel 7 de octubre tormentoso y gris, pleno de lluvia, que sin embargo esta vez sería recogido por la inmensidad del sol radiante, lleno de luz y esperanza de continuar hacia adelante, para romper la noche y hacerla inmensa, enérgica, vital.

Y de eso se trata, de un sentimiento verdadero, de esa llamarada de amor por la que se consumió el Presidente Chávez para hacerse inmortal y resurgir de sus cenizas como Ave Fénix, con su plumaje rojo, anaranjado y amarillo incandescente, con su fuerte pico y garras, dispuesto siempre a cuidar a su pueblo.

Y como el propio Chávez en vida lo ratificara, esa llamarada se hizo continente, "el fuego sagrado": "Hoy tenemos patria, que nadie se equivoque; hoy tenemos pueblo, que nadie se equivoque; hoy tenemos la patria más viva que nunca ardiendo en llama sagrada, en fuego sagrado", porque cuando el sentimiento es verdadero nunca muere, y también se convierte en un aluvión, de color carmín.

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