Tania Díaz, miembro del Frente de Comunicadores Socialistas del Polo Patriótico.
AVN .- El Frente de Comunicadores del Polo Patriótico solicitó este viernes a la secretaría de la Asamblea Nacional (AN) un derecho de palabra para denunciar la manipulación, hecha por parte del diputado William Ojeda, cuando presentó ante el parlamento un audio en el que supuestamente el presidente Hugo Chávez renuncia su cargo el 11 de abril del 2002.
El pasado martes, en la sesión ordinaria en la que se debatieron los sucesos de abril de ese año, Ojeda, quien también es periodista, dijo que tenía una grabación donde se mostraba la supuesta renuncia de Chávez, sin embargo, luego se comprobó que las declaraciones del Jefe de Estado venezolano corresponden a una rueda de prensa ofrecida el 15 de abril, en la cual relató su experiencia durante el Golpe de Estado.
En el documento los comunicadores exigieron darle celeridad a la petición debido a la matriz de opinión internacional que ha generado el audio presentado por el parlamentario.
Luis Bilbao / Opinión
Dos Horizontes
Una vez más Estados Unidos busca frenar y revertir la dinámica hemisférica de convergencia dominante en la última década. Ése es el significado del viaje de Barack Obama por la región. Brasil es siempre el objetivo mayor, aunque no debe subestimarse el interés puesto por el Departamento de Estado en países de menor envergadura, que circunstancialmente pueden jugar un papel en la misión de trabar, demorar e impedir todo aquello que contribuya a plasmar la integración independiente al sur del Río Bravo.
El escenario ha cambiado desde que su antecesor George W. Bush hiciera lo propio en 2007. Esos cambios han sido de diferente signo y desigual importancia, en un delicado balance de fuerzas. La línea dominante es nítida: un mes después de la gira de Bush, en Margarita nacía Unasur, el 17 de abril. Ahora, dos semanas antes de la llegada de Obama, en Quito se formalizaba legalmente la incorporación a Unasur de los 12 países del área. La posibilidad de que a mediados de año se constituya una instancia aún mayor, la Celac (Comunidad de Estados latinoamericanos y caribeños), para dar lugar a un cuerpo que asestaría el golpe de gracia a la OEA (Organización de Estados Americanos), mostraría una empinada curva hacia arriba de aquel movimiento.
Como no podría ser de otro modo, semejante salto histórico provoca enormes fuerzas en sentido contrario. De hecho, esas fuerzas gravitaron significativamente en este lapso de intensas disputas. Para comprobarlo, basta observar los zigzagueos del Mercosur y la irritante demora de aspectos clave en la consolidación de Unasur.
Marchas y contramarchas
Ese delicado equilibrio pareció alterarse cuando el 19 de marzo Barack Obama estrechaba en Brasilia la mano de la presidente Dilma Rousseff en la primera escala de su gira latinoamericana, en el exacto momento en que comenzaba el bombardeo aéreo contra Libia. El presidente estadounidense pudo felicitarse por el silencio de Rousseff frente a un hecho de tal magnitud. Pero la alegría no fue total: el mensaje que trajo de Washington, negando un puesto permanente para Brasil en el Consejo de Seguridad de la ONU, revela persistencia de choques económicos entre la estrategia de Estados Unidos y, como señalara esta columna en la edición de marzo de 2007 al evaluar la gira de Bush, la pretensión de la burguesía paulista “de afianzar una comunidad de negocios en beneficio del proyecto de subpotencia regional”. No fue poco lo que consiguió Bush con su táctica de “la Opep del etanol, para comprar voluntad a precio de maíz, con la intención de captar también a Argentina en un proyecto de biocombustible, apuntado ante todo contra Venezuela y con más sentido político que fundamento económico real”. Pero no hubo saldo neto y mucho menos a favor del imperialismo.
En el camino se cruzó el colapso económico de 2008. Como ahora con la insurrección árabe, la Casa Blanca tuvo la lúcida rapidez necesaria para ganar espacio en medio de su propio derrumbe. Para ello contó con el terror de la burguesía regional (como ahora lo hace con el de la arábiga) ante la posibilidad revolucionaria objetivamente inaugurada por la crisis central. Y logró atraer a las tres principales economías latinoamericanas (Brasil, México y Argentina), a un organismo estratégico ajustado a las urgentes necesidades del imperialismo naufragante: el G-20.
Chávez otra vez
Diez días después del arribo de Obama a Brasilia, en una cálida madrugada, llegaba a Buenos Aires Hugo Chávez, en un viaje programado para recalar también en Uruguay, Bolivia y Colombia. A esa hora, numerosas manos anónimas pegaban un afiche dándole la bienvenida con cuatro palabras: Paz, Unión, Revolución, Socialismo. Reconocimiento y demanda al presidente venezolano, que una vez más planteó un estridente contrapunto a la voz guerrerista de Obama (leer “Unidos seremos inconquistables”).
Los 46 acuerdos de carácter económico firmados en tres países (la visita a Colombia se postergó para el 9 de abril), ceden en importancia ante su propuesta estratégica: contra la lógica de guerra del capitalismo en crisis, sólo la unión latinoamericana tras la perspectiva del socialismo del siglo XXI puede ofrecer un horizonte a la humanidad.
Chávez reiteró ese mensaje en Buenos Aires, Montevideo y Cochabamba. Pero agregó un punto dramático a su propuesta: es preciso que los pueblos, a través de sus organizaciones sociales, políticas, profesionales, se incorporen al Alba.
En el plano gubernamental, explicó, hay que sobreponerse a las divisiones ideológicas en las que busca afirmarse el imperialismo para dividir: “Qué importa que en Colombia gobierne la derecha o la izquierda, hay un compromiso más allá de los asuntos internos que es la unidad entre nosotros; no más guerra, conflictos ni dictadura, sino hermandad respetando las diferencias”. A la vez, es imprescindible poner el acento en el Alba, no sólo afianzando el accionar de los gobiernos integrantes de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América, sino poniendo particular énfasis en la incorporación de movimientos de base con el máximo de amplitud y masividad.
El eco que estas palabras tengan en cada gobierno depende de innumerables factores. Pero no es lo fundamental. Porque todo discurre a partir de la crisis estructural del sistema capitalista, replanteada a fines de marzo con Portugal como nuevo foco. Y porque en este terreno el imperialismo no tiene margen: en la próxima reunión del G-20 planteará sin concesiones su estrategia de guerra y ajuste económico. Allí se verá hacia qué horizonte se encamina cada uno. Queda escaso margen para la ambivalencia y la simulación. Ya sopla el viento fuerte.
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El autor es director de la revista América XXI
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